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Mi carta a REVISTA HOGAR
Querida Hogar:
Hoy quiero saludarte en tus magníficos cincuenta años de vida y al hacerlo, siento una emoción profunda. Hace cinco décadas, yo frisaba la veintena y con la vehemencia irrefrenable que concede la juventud cual magma que brota a borbotones de un cráter, llegaste para iniciar conmigo una larga y alucinante travesía por mares y oleajes.
Recuerdo que naciste junto a Mafalda y sin temor a equivocarme, puedo aseverar que esa niña rebelde y contestataria se parece mucho a ti. Fuiste libre para decir en voz alta lo que otros callaban. Querías un mundo mejor para vivir, querías que la mujer tuviera un espacio en tiempos en que estaba sumida en el silencio y al igual que Mafalda, la sagaz niña de Quino, te preocupaba la paz del mundo y te rebelaban las injusticias. La libertad fue y ha sido siempre tu norte, como el único estado admisible para la convivencia humana.
Crecimos juntas, tú y yo y en el proceso, creo que ambas nos fuimos haciendo más sabias y más tolerantes ante el mundo que nos tocó vivir. Ambas fuimos de la mano en el aprendizaje, nuestros sueños fueron comunes y practicamos ese principio de que no existen sueños imposibles, sino soñadores ineficientes.
Buscamos para la mujer su espacio de dignidad, le quitamos el delantal para darle voz, ayudamos a romper todos sus silencios, porque sabíamos que la mujer es la tierra de donde brota la esperanza y es la luz del alba.
Cuán hermoso fue nuestro caminar. Conocimos de la palabra de Monseñor Proaño y su sueño cargado de justicia. Nos inspiraron mujeres sabias como Matilde Hidalgo, Nela Martínez, Ileana Espinel, Chichí Puig, Yela y Nelsa Curbelo. Nos iluminó la transparencia de la frágil santa de Calcuta y nos dolió la muerte de la princesa del pueblo. Y en la hoja de ruta fuimos bohemias, juglares, vino y canción.
Y aquí estamos querida Hogar, cincuenta años más tarde, tú estás en sazón como el vino noble y siempre renacerás rejuvenecida cada vez, yo en mis siete décadas, pensando en el tiempo que, inexorable e irrespetuoso, se cuela entre las manos, pero puedo asegurarte que Cronos no podrá matar mis sueños que siguen frescos como el rocío. Algún momento me iré tras la rosa de la vida, pero tú seguirás sembrando nuevas rosas blancas para la mujer ecuatoriana. Siempre serás luz, siempre serás camino y yo seré recuerdo.
Te saludo en tu aniversario de cincuenta años, que tus velas siempre estén de cara al viento, con el sol en la frente y la rosa en el corazón. Y que nadie olvide que tu vida y la mía han sido un acto de amor.
Con afecto y admiración, hasta siempre,
Rosa Amelia
Fundadora
Revista Hogar
Malabares Cotidianos
Cincuenta años
Hoy, Revista Hogar está de celebración. Cincuenta años de sueños compartidos, de buena compañía, de aprendizaje y complicidad.
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