Las otras caras de María Paula Romo
Una charla basta para descubrir que detrás de esa imagen fuerte y decidida, hay una mujer audaz que gusta de las cosas propias de una joven de su edad.
El día de nuestro encuentro debía estar en Ghana, pero el tema de la revisión de firmas en el Consejo Nacional Electoral le impidió moverse de Quito. En lugar de acudir a una reunión de mujeres parlamentarias en Africa, su jornada comenzó como siempre desde que ingresó a la política: muy temprano dando entrevistas en los noticieros matutinos de televisión y radio. Son más de las 10 de la mañana y María Paula Romo apenas se toma el tiempo de sentarse a desayunar con dos de su colaboradoras. Estamos en su departamento, un acogedor lugar decorado por ella, en el que destaca el color amarillo (su favorito) y en el que la atención se la roba una enorme litografía del artista ecuatoriano Pavel Egüez, llamada El grito de los excluidos y que adquirió con sus primeros sueldos, hace doce años. Dice que le encanta cocinar y que se ocupa de su casa, “aunque con poco éxito” porque en los últimos meses no tiene tiempo para ello. El trabajo como asambleísta, la política y el fortalecimiento del movimiento Ruptura ocupa, incluso, sus fines de semana en recorridos por las provincias del país. La María Paula seria que vemos a diario discutiendo y opinando no está aquí. Se muestra abierta y amigable, además de relajada al momento del maquillaje y peinado para la sesión fotográfica. Solo al momento de pararse frente a la cámara hay algo de tensión. “Prefiero un debate a unas fotos. Me estresan. Están al nivel del dentista”, dice en medio de risas a manera de justificación. Conseguir las imágenes que ilustran esta entrevista toma más tiempo de lo esperado porque pese a considerarse poco vanidosa, como nos lo dice después, se muestra bastante crítica ante el lente.
Hacer política sin tener plata
María Paula, de 33 años, se convirtió en figura pública a través del movimiento Ruptura y desde allí lidera la idea de hacer una política que le dé espacio a los temas que involucran a la mujer, la violencia, la defensa de los derechos de las minorías y otros de los que poco se habla, pero que son fundamentales en la vida de la gente. “Nosotros estamos convencidos de que esos son temas medulares... El bienestar de la gente pasa por ahí, porque un ser humano pueda tener la libertad de escoger su proyecto de vida. Hay una escritora española, Adela Cortina, que dice que la política tiene que crear un mundo donde quepan distintas formas de ser feliz, y esas distintas formas no caben cuando hay un modelo único que te excluye, que te dice lo permitido o no para los indígenas, jóvenes, mujeres, minorías... Ese no es un mundo que permite tu propia manera de ser feliz”, señala.
“Es posible hacer política sin tener plata para comprar una candidatura, porque estamos acostumbrados a que la gente se haga conocida porque hace un escándalo, porque llora en televisión, se da golpes con alguien. Nosotros hemos tratado de hacer otra política, de darnos a conocer porque hacemos bien nuestro trabajo, investigamos, tenemos ideas y propuestas, esa es nuestra opción. A veces es más largo cuando lo haces así, puede ser más efectivo cuando lo haces de otra manera, pero hemos elegido esta”, dice sin dudar.
¿Cuál ha sido su mayor desilusión en este camino? “Muchas. Ver en la Asamblea a colegas que conozco y sé cómo piensan, votar en contra de lo que creen. Eso me descuadra”. ¿Ha querido abandonarlo todo? “Todo el tiempo... Pensar hoy que es momento de bajar los brazos es muy cómodo conmigo, pero mucho trabajo para quienes siguen pensando que estas cosas se pueden hacer. La política es representar ideas y lo vivo así. Hay días en que uno quiere perder la cabeza, pero no lo haces porque eso sería faltarle el respeto a tus electores". ¿Qué la haría dejarlo todo? “No sé, hay momentos en que uno se decepciona y frustra y yo acostumbro a enfrentar eso con más trabajo y más fuerza para no pensar en esa posibilidad”.
Contra la autoridad sin explicaciones
¿Qué opinan sus padres de su actividad? “Apoyan, pero se preocupan de lo que pasa, de que a veces las cosas son violentas, cuando hay un comentario grosero. Cuando el presidente dice alguna cosa grosera, mi madre es la que más se molesta y a mi papá le pesa, él dice 'no puede ser', mi mamá dice 'es inaceptable, qué le vas a decir'. Ese es su carácter”.
María Paula a los dos años, en la casa de su tías abuelas en Quito, donde vivió hasta los seis años. María Paula nació en Quito cuando sus padres, Rita y Mauricio, estudiaban medicina en la Universidad Central, por lo que se crió con sus tías abuelas y su bisabuela. De esta última guarda un recuerdo que ha sido fundamental en su vida: verla leer. “Ella lo hacía todo el tiempo y yo me sentaba a su lado a mirarla o a que me leyera. Aprendí a leer a los 4 años. Esa era mi diversión”, cuenta y asegura que hasta hoy esa es una de las cosas más importantes para ella porque “cuando uno lee uno vive muchas vidas, aprendes a respetar a otros, aprendes que hay formas de vivir diferentes a las tuyas”.
En su cumpleaños junto a sus padres, Rita y Mauricio, y su hermana Gabriela.
Cuando tenía seis años, la familia se fue a Loja, la ciudad natal de su madre. Allí su vida de estudiante se desarrolló en una escuela y un colegio de religiosas, experiencia que también la marcó. “Era buena estudiante, pero peleaba muchísimo. Nunca he sido buena para aceptar la autoridad sin explicaciones... Creo que era una lógica de educarnos con mucha opresión y una autoridad que no se justificaba porque así lo ordenaban”. ¿Cree que ese tipo de educación le hizo mal? “Creo que lo que uno vive, al final, la suma de todo eso, eso eres, eso te define”. Si tuviera hijas, ¿las educaría allí? “No porque yo creo que la educación tiene que liberarte, no domesticarte, tiene que desarrollar tus potencialidades, te tiene que permitir ser lo que quieres ser. No creo en la educación que infunde la disciplina de que no cuestiones, no critiques, no opines, de que obedezcas, de que creas lo que te dicen”.
¿Qué cambiaría de su pasado? “Nada, las cosas que te suceden o haces son las que te hacen como eres...”. ¿Y qué cambiaría del hoy? “Yo soy muy feliz hoy, para mí la mejor época de mi vida es hoy. Creo que es mi mejor momento, me siento bien, me siento cómoda con lo que soy y hago, con mi autonomía. Me siento autónoma de pensar, hacer, decir, eso es maravilloso para mí y no lo cambiaría con otro momento de mi vida”.
Los gajes del oficio
Trabajar con temas difíciles la ha expuesto a muchas cosas, ¿qué han dicho de usted que no es verdad? “Creo que en general en mi vida política no he tenido grandes discusiones de mi vida privada... No hay episodios donde alguien me haya acusado de una deshonestidad, que es algo que sí me puede ofender. Si alguien me acusa de tener un enamorado o dos, eso no me preocupa”. Sin embargo, señala que sí ha habido comentarios que la han molestado, como los de un grupo de personas que llamaban a una radio en época de campaña a decir que se había hecho abortos. “En ocasiones lo que hacía era ir donde mis tías abuelas a decirles que no escuchen eso porque me preocupaba que fueran a salir lastimadas, pero son también los gajes del oficio. La vida pública de una persona pública está expuesta, entonces trato de no hacer nada en mi vida privada que no pudiera hacer público”. Y añade: “Si a mí alguien me dice que me he hecho abortos o que soy lesbiana, me parece que es una falta de respeto a otras personas salir a hacer una aclaración porque si creo que todos los seres humanos tienen el mismo respeto por su dignidad, no tengo nada que aclarar... Creo que nadie puede ser discriminado por la forma en que decida vivir su vida privada”.
María Paula cuenta que tiene un novio desde hace varios años. ¿Piensa casarse, tener una familia? “Yo tengo familia, también soy una defensora de que hay muchas formas de tener familia. Mi pareja es parte de mi familia, mis padres, mis hermanos, mis amigos, yo soy tía oficial no solo de mi sobrina sino también de los hijos de mis amigas, esa es mi familia. Entonces, lo que no está en mis planes próximos es el matrimonio. Tener hijos tampoco, todavía... Creo que la maternidad es una decisión de amor y generosidad, son decisiones, no el destino. Yo creo que es una opción, así que cuando la decida ahí estará, pero creo que no es un destino que cumplir”.
Santiago Romo, María Paula Romo, María Maya, Gabriela Romo, Angelita Maya y David Romo, hermanos y tías abuelas de María Paula durante la boda civil de su hermana.
¿Presidenta?
En el 2011, María Paula Romo apareció en la revista Foreign Policy, en una lista denominada Los 10 nuevos rostros en el pensamiento iberoamericano ocupando el cuarto lugar detrás del guatemalteco Luis Voh Ahn, la cubana Yoani Sánchez y el español Javier Santiso, y por encima de otros personajes como Jaime Bayli, Ricardo Amorim, Jorge Volpi y William Ospina. A ella no la inquieta mucho haber aparecido allí. “Me invitan a dar charlas en muchos lugares, participo en varios circuitos de discusión... me gusta estar enterada de lo que pasa porque eso le da una mirada distinta a tu propia realidad, pero estar en una publicación no me hace ni más ni menos. ¿Es un logro para mí? No. Es una lista chévere, le sacaba pecho a mis amigos porque en esa lista está Volpi, un autor que estaba leyendo en ese momento... no es más que eso”.
Después de ocho años de haber incursionado oficialmente en política con un evento que dio inicio al movimiento Ruptura, tiene claro lo que quiere en lo profesional: “Seguir haciendo lo que hoy hago, lo que creo. No importa desde qué lugar... Como parte de un grupo político quiero ver el día en que la Ruptura pueda gobernar y hacer las cosas distintas y hacer que la vida de la gente sea distinta...". ¿Quiere ser presidenta? “Ningún cargo político me quita el sueño, pero me gustaría que la Ruptura llegue a la presidencia con cualquiera de mis compañeros o conmigo”.
Confesiones de mujer
¿Es vanidosa? “No mucho. En política he aprendido que cuenta mucho la imagen, que parte de lo que comunicas está ahí, entonces ahora soy más cuidadosa”.
¿Su peor defecto? “Ser desordenada”.
¿Qué le molesta de su apariencia? “Un montón de cosas... La verdad estoy en un momento de mi vida en que estoy muy cómoda con lo que soy”.
¿La virtud que hoy está sobrevalorada? “Quizás la belleza, lo justifica todo, lo bello es bueno y no siempre es cierto”.
¿Su mayor extravagancia? “Los zapatos, tengo debilidad por ellos”.
¿Cuántos pares tiene? “Eso no lo quisieras saber ni tú ni yo”.
¿Cuándo miente? “No miento, soy pésima hasta para las cosas más elementales, se me nota en la cara, no puedo”.
¿Qué la hace reír? “Todo, estoy siempre burlándome de las circunstancias, veo el lado bueno. La gente no cree que tengo tan buen sentido del humor”.
¿Qué la hace llorar? “Todo, también. Antes era menos llorona. En general soy fuerte, pero me permito llorar con la ficción”.
¿En lo espiritual, qué preferencia tiene? “Vengo de una familia tradicional, mi madre me debe haber bautizado al día siguiente de nacer... Hay cosas de la religión que no entiendo... Si todos los que nos decimos católicos o cristianos pudiéramos vivir perdonando y amando al prójimo, este país sería distinto”.
"No creo en la educación que infunde la disciplina de que no cuestiones, no critiques, no opines, de que obedezcas, de que creas lo que te dicen".
Una palabra para...
Ruptura: trabajo
Política: justicia
Mujer: valiente
Aborto: mucha manipulación del tema
Homosexualidad: opción, realidad
Homofobia: enfermedad
Familia: amor, cariño
Futuro: desafío
Dios: perdón, amor
Rafael Correa: descontrol
María Paula Romo: No sé, no podría definirme en una palabra... Audaz, eso puede ser.
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