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OPININ2 La muerte digna de Brittany Ella se fue pero dejó encendido el debate sobre el derecho de las personas a decidir su muerte. ¿Quién es capaz de censurar su decisión sin estar en sus zapatos?
PERIODISTA. DIRECTORA DE TELEMUNDO


La muerte digna de Brittany


“Un día, la vida pasará en un instante ante tus ojos. Asegúrate que vale la pena verla”. No son mis palabras.  Corresponden al mensaje-obituario en la página de Facebook de Brittany Maynard.  La estadounidense de 29 años que había anunciado su muerte en la misma red social, tras acogerse a la ley de “muerte digna”. La fecha escogida fue el 1 de noviembre.  Lo cumplió.

Apenas 2 años antes, buscaba embarazarse y ser madre.  Estaba casada y se mantenía muy cercana a sus padres en su California natal.  De pronto, todo cambió cuando le detectaron un tumor en el cerebro, maligno, agresivo y mortal que iba a restarle poco a poco  sus facultades físicas y mentales.  Antes de que ocurriera así, decidió morir.


Su vida cambió radicalmente y para empezar se mudó a la ciudad de Portland, en el estado de Oregon, uno de los 5 en Estados Unidos, donde es legal el suicidio asistido, en condiciones especiales.  Por Facebook y en entrevistas, repitió su historia para respaldar una campaña mundial  de la organización “Compassion & Choice” que busca promover leyes que permitan la “muerte digna”.


A Brittany le gustaban los animales, y la música y aún en dramáticas  condiciones físicas, tenía ilusión de visitar el Gran Cañón de Colorado y celebrar el cumpleaños de su esposo.  Lo hizo, pese a que su propio reloj ya había empezado una cuenta regresiva.  El tumor estaba aprisionando su cerebro. Se  estaba deformando. Su rostro y su cuerpo ya no eran los mismos.


Al parecer vaciló al final y hasta llegamos a creer que se había arrepentido de morir.   No fue así.  El día escogido para su muerte, reunió a sus seres más queridos en su dormitorio. Se acostó en la cama que compartía con su marido y lo tomó de la mano cuando empezó a escucharse la música que ella había elegido para ese momento. Estaban allí sus padres y su mejor amiga,  cuando tomó una mezcla letal de fármacos, recetada por un médico calificado.  Dictó unas palabras para sus seguidores, siendo las últimas “adiós, mundo”. 


Brittany se fue pero dejó encendido el debate sobre el derecho de las personas a decidir su muerte. Por lo pronto, en la Cámara de los Lores en Londres ha entrado la discusión sobre la eutanasia y la muerte digna.  En el Parlamento Vasco en España, también.


Tal vez más adelante leyes así se debatan aquí.  Por ahora, el suicidio asistido o la muerte por piedad, o dignidad, no constan en nuestras legislaciones.


Suiza es el país con mayor número de suicidios asistidos.  Entre el 2008 y 2011, más de 6 mil extranjeros han acudido allí para poner fin a su vida.  Quienes buscan esta opción sufren generalmente una enfermedad progresiva y sin cura y tienen en promedio 71 años. 


¿Quién es capaz de censurar su decisión sin estar en sus zapatos? Difícilmente estar a favor o en contra.  Solo no hay discusión en que la muerte llega y, normalmente, sin aviso.  Dicen que entonces nuestra vida pasará en un instante como una película.  ¿Valdrá la pena verla?


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Edición # 603 - 17 de noviembre de 2014

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